No es una calle, es un río de tiempo que se hunde,
y al otro lado no es una puerta, es un vano que abre a un espejo.
Entran los seres que el día labró de sombra y acechanza,
los que cargan con el lento estigma de ser distintos.
Aquí, en el préstamo turbio de una luz ajena,
se desvanece la historia que les dictó el desdén.
se desvanece la historia que les dictó el desdén.
El temblor que los señala como a Caín en la montaña,
se trueca en un compás, en un antiguo designio.
La que erraba por las plazas como un verso suelto,
el que guarda en sus costillas el frío de las cadenas,
la que teje con sus brazos una mitología de heridas,
el que guarda en sus costillas el frío de las cadenas,
la que teje con sus brazos una mitología de heridas,
Son mis hermanos, los perros negros con ojos de universo,
ahora somos la medida justa de este círculo perfecto.
ahora somos la medida justa de este círculo perfecto.
Fundidos en la penumbra que nos une y desdibuja,
somos el brazo que no claudica, el flanco que no se rinde.
somos el brazo que no claudica, el flanco que no se rinde.
Cuerpos bailan en esquinas que nunca fueron nuestras,
poseen por un instante la patria que nos deben.
Poseen por un instante su destino, poseen por un instante su cuerpo.
No nos mira nadie.
Acaso nos mira un diosecito sentado en la cima del edificio de espejos.
Acaso nos mira el Tiempo
y en su gran memoria indiferente, este momento
—este exacto cruce de almas en la música—
y en su gran memoria indiferente, este momento
—este exacto cruce de almas en la música—
es eterno.
Mañana seremos de nuevo la mancha en el vidrio,
el nombre que se pronuncia con un dejo de hastío.
el nombre que se pronuncia con un dejo de hastío.
Mañana,
Mañana…
Mañana.
Ya guardaremos secretamente en la palma
la llave de este reino que inventa su propia deidad.
Porque hemos descubierto que el Paraíso no es un lugar de elegidos.
Es una pista áspera, un cuarto oscuro, donde los tristes y los torpes,
donde los desahuciados y condenados por un momento...
...son sus propios dueños.